Charla impartida en Vallelado, gracias a la asociación ASOMUVA (Asociación de Mujeres de Vallelado) que tuvieron a bien llevarme a dar esta interesante conferencia.
¿Qué es el miedo y por qué lo sentimos?
El miedo es una emoción básica, universal, que ha acompañado a la humanidad desde sus inicios. Su principal función es protegernos. Gracias al miedo, nuestros antepasados pudieron huir de depredadores o evitar situaciones peligrosas. Aunque ya no vivimos en cavernas, el cerebro sigue respondiendo a lo que percibe como amenazas.
En el cuerpo, el miedo activa una reacción conocida como lucha o huida: aumenta la frecuencia cardíaca, tensamos los músculos, y liberamos adrenalina. Todo esto es normal y útil cuando estamos ante un peligro real. Pero ¿qué pasa cuando el miedo aparece ante cosas que no ponen en riesgo nuestra vida, como hablar en público o tomar decisiones importantes?
Tipos de miedo
Es importante diferenciar entre el miedo adaptativo y el miedo que nos paraliza:
- Miedo adaptativo: Es ese que nos alerta, nos protege y nos impulsa a actuar con precaución. Por ejemplo, el miedo a tropezar nos hace mirar dónde pisamos.
- Miedo irracional o desproporcionado: Aquí entran las fobias o los miedos anticipatorios, donde la amenaza no es real o se exagera en nuestra mente.
Además, existen miedos muy comunes en nuestra sociedad actual:
- El miedo al fracaso: Nos frena a la hora de intentar algo nuevo.
- El miedo al rechazo: Una emoción poderosa que nos hace evitar conflictos o cambios.
- El miedo a lo desconocido: Enfrentar la incertidumbre puede ser especialmente desafiante, pero también una oportunidad para crecer.
¿De dónde vienen los miedos?
Algunos miedos son innatos, como el temor a caernos o a ruidos fuertes. Otros, los aprendemos con el tiempo. Por ejemplo, si de niños vimos cómo un adulto cercano reaccionaba con ansiedad a los perros, podemos desarrollar un miedo condicionado. También influyen las experiencias traumáticas, la educación y hasta factores culturales.
El cerebro, específicamente la amígdala, juega un papel clave. Esta estructura es como una alarma que detecta amenazas. El problema es que, a veces, esa alarma se activa sin que haya un peligro real.
¿Cómo enfrentar el miedo?
- Identificarlo: Lo primero es ponerle nombre. ¿A qué exactamente tienes miedo? Cuando lo haces consciente, lo sacas de las sombras y puedes empezar a trabajarlo.
- Entenderlo: Pregúntate qué propósito tiene ese miedo. Muchas veces, detrás de un miedo hay un deseo o una necesidad. Por ejemplo, el miedo al rechazo puede reflejar nuestra necesidad de pertenecer.
- Enfrentarlo gradualmente: Aquí entra la técnica de exposición. Si tienes miedo a hablar en público, puedes empezar ensayando frente a un espejo, luego con un amigo y, poco a poco, ampliar el desafío.
- Cambiar la narrativa interna: Muchas veces, nuestros miedos se alimentan de pensamientos negativos como «no soy capaz» o «va a salir mal». Intenta reemplazarlos por frases más realistas como «puede ser difícil, pero lo voy a intentar».
- Pedir ayuda si es necesario: Si el miedo te paraliza o afecta significativamente tu vida, no dudes en buscar apoyo psicológico. Hay terapias muy efectivas, como la cognitivo-conductual, que te pueden ayudar.
Convertir el miedo en un aliado
Aunque suene contradictorio, el miedo puede ser un maestro. Puede empujarnos a prepararnos mejor, a ser más cautelosos o incluso a conocernos más profundamente. El miedo también nos muestra lo que realmente valoramos: si temes perder algo o a alguien, probablemente es porque lo consideras importante.
Una frase de Nelson Mandela ilustra esta idea: «No es valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo». La valentía no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de avanzar a pesar de él.
Ejercicio práctico para gestionar el miedo
Antes de cerrar, quiero compartir un ejercicio:
- Cuando sientas miedo, toma una hoja y dibuja un círculo en el centro. Escribe dentro del círculo aquello que puedes controlar.
- Fuera del círculo, anota lo que no puedes controlar.
- Enfoca tus acciones en lo que está dentro del círculo y deja ir lo demás. Este simple ejercicio ayuda a reducir la sensación de impotencia.
Anclaje de seguridad
Vamos a hacer un ejercicio práctico para anclar seguridad y confianza.
Pedir a los asistentes que piensen en uno de sus miedos y, mientras hablas sobre «enfrentarlo gradualmente» o «cambiar la narrativa interna», los animas a escribir cómo podrían aplicarlo en ese miedo específico.
Reflexión final
El miedo no es algo que debamos eliminar, sino comprender. Cuando aprendemos a escucharlo, a dialogar con él y a usarlo como un impulso, nos volvemos más fuertes y más libres.
Recuerda, los miedos son parte de la vida, pero no tienen por qué definirla.
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