El miedo y los miedos: cómo entenderlos, enfrentarlos y usarlos a nuestro favor

Charla impartida en Vallelado, gracias a la asociación ASOMUVA (Asociación de Mujeres de Vallelado) que tuvieron a bien llevarme a dar esta interesante conferencia.

¿Qué es el miedo y por qué lo sentimos?

El miedo es una emoción básica, universal, que ha acompañado a la humanidad desde sus inicios. Su principal función es protegernos. Gracias al miedo, nuestros antepasados pudieron huir de depredadores o evitar situaciones peligrosas. Aunque ya no vivimos en cavernas, el cerebro sigue respondiendo a lo que percibe como amenazas.

En el cuerpo, el miedo activa una reacción conocida como lucha o huida: aumenta la frecuencia cardíaca, tensamos los músculos, y liberamos adrenalina. Todo esto es normal y útil cuando estamos ante un peligro real. Pero ¿qué pasa cuando el miedo aparece ante cosas que no ponen en riesgo nuestra vida, como hablar en público o tomar decisiones importantes?

Tipos de miedo

Es importante diferenciar entre el miedo adaptativo y el miedo que nos paraliza:

  1. Miedo adaptativo: Es ese que nos alerta, nos protege y nos impulsa a actuar con precaución. Por ejemplo, el miedo a tropezar nos hace mirar dónde pisamos.
  2. Miedo irracional o desproporcionado: Aquí entran las fobias o los miedos anticipatorios, donde la amenaza no es real o se exagera en nuestra mente.

Además, existen miedos muy comunes en nuestra sociedad actual:

  • El miedo al fracaso: Nos frena a la hora de intentar algo nuevo.
  • El miedo al rechazo: Una emoción poderosa que nos hace evitar conflictos o cambios.
  • El miedo a lo desconocido: Enfrentar la incertidumbre puede ser especialmente desafiante, pero también una oportunidad para crecer.

¿De dónde vienen los miedos?

Algunos miedos son innatos, como el temor a caernos o a ruidos fuertes. Otros, los aprendemos con el tiempo. Por ejemplo, si de niños vimos cómo un adulto cercano reaccionaba con ansiedad a los perros, podemos desarrollar un miedo condicionado. También influyen las experiencias traumáticas, la educación y hasta factores culturales.

El cerebro, específicamente la amígdala, juega un papel clave. Esta estructura es como una alarma que detecta amenazas. El problema es que, a veces, esa alarma se activa sin que haya un peligro real.

¿Cómo enfrentar el miedo?

  1. Identificarlo: Lo primero es ponerle nombre. ¿A qué exactamente tienes miedo? Cuando lo haces consciente, lo sacas de las sombras y puedes empezar a trabajarlo.
  2. Entenderlo: Pregúntate qué propósito tiene ese miedo. Muchas veces, detrás de un miedo hay un deseo o una necesidad. Por ejemplo, el miedo al rechazo puede reflejar nuestra necesidad de pertenecer.
  3. Enfrentarlo gradualmente: Aquí entra la técnica de exposición. Si tienes miedo a hablar en público, puedes empezar ensayando frente a un espejo, luego con un amigo y, poco a poco, ampliar el desafío.
  4. Cambiar la narrativa interna: Muchas veces, nuestros miedos se alimentan de pensamientos negativos como «no soy capaz» o «va a salir mal». Intenta reemplazarlos por frases más realistas como «puede ser difícil, pero lo voy a intentar».
  5. Pedir ayuda si es necesario: Si el miedo te paraliza o afecta significativamente tu vida, no dudes en buscar apoyo psicológico. Hay terapias muy efectivas, como la cognitivo-conductual, que te pueden ayudar.

Convertir el miedo en un aliado

Aunque suene contradictorio, el miedo puede ser un maestro. Puede empujarnos a prepararnos mejor, a ser más cautelosos o incluso a conocernos más profundamente. El miedo también nos muestra lo que realmente valoramos: si temes perder algo o a alguien, probablemente es porque lo consideras importante.

Una frase de Nelson Mandela ilustra esta idea: «No es valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo». La valentía no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de avanzar a pesar de él.

Ejercicio práctico para gestionar el miedo

Antes de cerrar, quiero compartir un ejercicio:

  1. Cuando sientas miedo, toma una hoja y dibuja un círculo en el centro. Escribe dentro del círculo aquello que puedes controlar.
  2. Fuera del círculo, anota lo que no puedes controlar.
  3. Enfoca tus acciones en lo que está dentro del círculo y deja ir lo demás. Este simple ejercicio ayuda a reducir la sensación de impotencia.

Anclaje de seguridad

Vamos a hacer un ejercicio práctico para anclar seguridad y confianza.

Pedir a los asistentes que piensen en uno de sus miedos y, mientras hablas sobre «enfrentarlo gradualmente» o «cambiar la narrativa interna», los animas a escribir cómo podrían aplicarlo en ese miedo específico.

Reflexión final

El miedo no es algo que debamos eliminar, sino comprender. Cuando aprendemos a escucharlo, a dialogar con él y a usarlo como un impulso, nos volvemos más fuertes y más libres.

Recuerda, los miedos son parte de la vida, pero no tienen por qué definirla.

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